CAPITULO I
DE CAMINO A CLASES
Aquel día, lo recuerdo bien, el ruido
exorbitante del reloj programado me levanto; todo parecía diferente y si no, yo
simplemente hacia que parezca. Hice lo que tuve que hacer y tome mi camino, era
largo por cierto, así que me detuve de vez en cuando a observar lo que en sus
amplias calles acogía. Mire los parques y con él las aves que a modo sigiloso
miraban los insignificantes rayos de luz de un sol escondido y opacado por la
brisa y frió matutino, y como estas se estiraban para con su majestuoso ruido
lírico cantar apasionadamente, me percate de la hora era aun temprano, pero aun
si me apure. Vi un extenso mural, con insignificantes y pequeños bloques de
teselas que a una distancia relativa emanaba una incomprensible y elogiable
obra maestra, y es que a veces te preguntas como cosas tan pequeñas e
insignificantes, unidas claro, pueden
ser parte de una gran y sorprendente creación,
y es que esto a veces suele reflejar el verdadero sentido de lo que
ignorantemente llamamos vida. Se termino, atrás deje esa sorprendente creación para
seguir caminando.
Caminaba, y todo a mi alrededor parecía
no importarme, pero todo parecía muy normal, parte de mi culpa atrás junto a
mis ganas de seguir, mis ganas de continuar por el camino que quizás decide en
un día pasado trazar, como si ya todo importara, como si ya nada importara, solo
era tiempo de seguir y buscar, era solo tiempo de trazar nuevas rutas, como si
ya nada importara. No era el momento de caer, y
si lo hacía, era solo momento de levantarse, pues caer no es malo, no
tener un motivo por el cual levantarse si. Llegue, como siempre aun no había nadie.
continuara...!
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