21.6.14

SILENCIO

Podía describir claramente el lugar, el desorden solo es la ausencia de orden; como el odio, la ausencia de amor, dudo. Estaba ahí, sentado sobre un piso frio y con pies descalzos, al parecer no le importaba, cabeza gacha, su mano izquierda cogía el cuello de la guitarra y su fiel aliada, caída, entumecida, inmóvil, muerta al parecer. Lentamente alzo la cabeza, parpadeo, y con sus pupilas dilatadas observo el escalofriante lugar, algo sombrío para ser él; girando lentamente su vil cráneo de derecha a izquierda procesaba color, textura, luz, y su despechada sombra perdida, un reflejo claro de su decaída alma. Después, miró su caída mano derecha, movió un dedo, era una armonía, un despertar coordinado. Rasgo las ásperas cuerdas de su preciada guitarra, un sonido delicado comenzaba a dar vida a un orden ausente y a un amor perdido; y sus rojos labios expulsaban tiernas palabras, Yo, caminaré entre
las piedras
hasta sentir el temblor, en mis piernas
a veces tengo temor, lo sé
a veces vergüenza…
El temblor pasó, pero el silencio queda, esa ausencia de sonido, de melodía o una simple voz; un vacio que refleja la soledad y la detección del mismo tiempo. Tenía la mirada de hace un rato, perdida y desolada, bajó la cabeza. Y el desorden dio muerte a su opuesto, su ausencia era innecesaria, dejo su guitarra y con ella una simple hoja tan fina y frágil como su melodía, se paro lentamente, se fue y su ausencia trajo la soledad de una frase casi muerta que yacía en una fina, simple y frágil hoja, “El silencio, no es tiempo perdido”


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